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domingo, 10 de junio de 2012

Una bandera extranjera en La Paz


Una bandera extranjera en La Paz

Por Leonardo Reyes Silva

En el año de 1847, los ejércitos norteamericanos invadieron nuestro país, y después de una desesperada defensa llegaron a la ciudad de México y -el 14 de septiembre- izaron su bandera en el Palacio Nacional, para ignominia de los traidores y gobernantes que no supieron estar a la altura de su deber en esos momentos en que peligraba nuestra patria.

Sin embargo, el pueblo de la capital nunca estuvo de acuerdo con esa humillación y lo demostró de muchas maneras. A su paso los invasores recibían insultos, les negaban alimentos, los acosaban con palos y piedras. Desde las azoteas les lanzaban macetas y todo objeto que los pudiera dañar. Cuando intentaron comprar víveres en el tianguis al día siguiente de la ocupación, la gente “armada de guijarros tomó un actitud resuelta y los lanzó sobre carretones, mulas y carreteros y aún sobre los lanceros que corrieron a detenerlos…”

Tanto fue el daño causado a los soldados norteamericanos que el general Winfield Scott ordenó que las casas desde donde los hostigaban fueran demolidas a cañonazos. E impuso una multa de 150 mil pesos a las autoridades capitalinas “por que el pueblo de la capital hizo armas en contra de sus soldados…”

Pero con el paso de los días, ese odio se fue olvidando y los capitalinos empezaron a convivir con los invasores, Los ricos comerciantes y empresarios los agasajaron con banquetes e incluso el arzobispo de México le ofreció su residencia al general Scott para su comodidad. Después de diez meses de ocupación, muchos capitalinos hubieran deseado su permanencia.

Un año antes, en 1846, y por coincidencia el mismo día en que los norteamericanos izaron la bandera en Palacio Nacional—14 de septiembre—llegó a la ciudad de La Paz la fragata U.S. CYANE, con su comandante DuPont, en busca de barcos mexicanos y detenerlos, para impedir el comercio con otros puertos mexicanos. En total requisó nueve embarcaciones entre bergantines, balandras, goletas y un pailebot que eran propiedad de comerciantes del puerto.

Hecho lo anterior, y después que el jefe político Francisco Palacios Miranda aceptó el bloqueo, DuPont se retiró con rumbo a Mazatlán, pues en esa región se libraban combates contra los invasores. Mientras tanto, en la península se organizaban para defenderse de una futura invasión. Con la representación de los pueblos integraron una Junta Territorial la cual de inmediato trató de cesar en sus funciones a Palacios Miranda.

Así las cosas, pasaron varios meses sin que la Baja California fuera invadida. Pero en el mes de enero de 1847, el Secretario de Guerra, William L. Marcy, ordenó formalmente la ocupación de la península. Y fue hasta el 29 de marzo cuando la fragata Portsmouth llegó a San José del Cabo y sometió a las autoridades obligándolas a permanecer neutrales. Allí, por primera vez se izó la bandera norteamericana y se ordenó a la gente someterse al gobierno civil y militar de los Estados Unidos.

El 13 de abril llegó el Portsmouth a La Paz al mando del comandante John Montgomery y de acuerdo con Palacios Miranda se integró una comisión negociadora para establecer las condiciones de la ocupación. En los acuerdos se estipuló que los funcionarios y empleados permanecerían en sus puestos; que si los soldados mexicanos optaban por quedarse sería bajo su palabra de no tomar las armas contra los norteamericanos; que se regresarían los barcos a sus dueños para reanudar el comercio con otras ciudades del país.

Bajo estos acuerdos, el siguiente día, 14 de abril, las fuerzas de ocupación izaron la bandera de las barras y las estrellas en el edificio que servía como sede del gobierno mexicano. Una bandera que siguió ondeando durante los meses que estuvieron apoderados de la ciudad de La Paz. Y al igual que en la capital de la república para humillación e impotencia de sus habitantes. Pero aquí la resistencia fue diferente.
En los pueblos del norte, San Ignacio, Mulegé, Loreto y Comondú se aprestaban fuerzas para la defensa. Lo mismo sucedía en Todos, San Antonio y San José del Cabo. Fue por eso que los norteamericanos pidieron refuerzos y el día 20 de julio llegó a La Paz el coronel Henry Burton quien estaría cargo del gobierno militar y político de la península.

Pero a pesar de las fuerzas de ocupación, los bajacalifornianos se rebelaron, primero, en Mulegé, donde derrotaron a los soldados extranjeros el 2 de octubre, para después dirigirse a La Paz y San José del Cabo a fin de liberarlas de los invasores. En todo el mes de noviembre y principios de diciembre, las fuerzas de Manuel Pineda se enfrentaron a los norteamericanos mientras que Vicente Mejía, José Antonio Mijares y José Matías Moreno lo hacían en San José del Cabo.

Y en todo ese tiempo la bandera extraña seguía ofendiendo la soberanía de esta región de México. Aún cuando el 2 de febrero de 1848 se había firmado el Tratado de Guadalupe Hidalgo dando fin a las hostilidades entre México y los Estados Unidos, la bandera gringa no se arrió, pues los patriotas continuaban la lucha contra el enemigo.

Fue hasta el mes de abril de 1848 cuando, por fin, los norteamericanos pudieron acabar con los defensores de nuestro suelo. Hicieron prisioneros a Manuel Pineda, Mauricio Castro y el padre Gabriel González, héroes de la resistencia. Y fue hasta el 31 de agosto cuando el coronel Burton devolvió oficialmente la península de la Baja California a nuestro país.

Por fin, después de tanta humillación, el 1º de septiembre la bandera de los Estados Unidos fue arriada de la casa de gobierno de La Paz, y de nueva cuenta, frente a todos los habitantes de la ciudad, fue izada la bandera de México. Días antes en dos buques fueron transportados a la unión americana cerca de 300 personas que de una o en otra forma habían congeniado con el enemigo, entre ellas Francisco Palacios Miranda, el padre Ignacio Ramírez y algunas autoridades que habían servido al gobierno invasor.

Dice una prestigiada historiadora que “desde la batalla de Mulegé el 2 de octubre de 1847 a la batalla final de Todos Santos el 2 de abril de 1848 habían pasado seis meses. Seis meses fueron necesarios para conquistar la Baja California, una tierra paupérrima escasamente poblada, pero cuyos habitantes eran fieros guerreros decididos a permanecer mexicanos”.

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