Para descargar la página es necesario seleccionar la imagen, después con el botón auxiliar del ratón despliegue la persiana y seleccione Guardar enlace como… ahí seleccione el lugar donde quiera guardar el archivo.

sábado, 25 de junio de 2011

Doña Chonita Canalizo, de la revolución sudcaliforniana


Doña Chonita Canalizo, de la revolución sudcaliforniana

Por: Leonardo Reyes Silva
lrsilva@prodigy.net.mx

Era bisnieta de un presidente de la república. En 1843, el general Valentín Canalizo, oriundo de Monterrey, Nuevo Léon, asumió la presidencia en sustitución de Antonio López de Santa Anna, cuando éste se tuvo que retirar temporalmente del cargo. Su gobierno duró hasta el 4 de junio de ese año y el 21 de septiembre nuevamente fue nombrado presidente interino por el senado.

La vida pública del general Canalizo es interesante. En 1821, formando parte del ejército trigarante, entró con Agustín de Iturbide a la ciudad de México. Fue gobernador de Oaxaca y en 1847 combatió a las tropas norteamericanas en la región de Veracruz. En 1850 murió en la ciudad de México.

Un hijo de don Valentín, el licenciado Antonio Canalizo Danila, llegó a La Paz  allá por el año de 1850. Ocupó diversos cargos públicos entre ellos como diputado en el Congreso de la Unión, secretario de la Jefatura Política, secretario de gobierno con el general José María Rangel y en 1864 fue presidente del ayuntamiento paceño. Estuvo casado con la señora Procopia Valdez con quien procreo seis hijos: Carlota, Valentín, Josefa, Encarnación, Antonio y Vicente.  

En 1899, Encarnación contrajo matrimonio con el señor Alejandro Elliot Allinson Suárez, el que por cierto fue presidente municipal de La Paz a raíz de la renuncia de Gastón J. Vives en el año de 1912. Los hijos de doña Chonita, como se le conocía cariñosamente, fueron Alejandro, Lucía y Antonio Allinson Canalizo.

En el año de 1910 su madre, doña Procopia, le dejó como herencia a su hija Encarnación la casa ubicada en la calle Playa, hoy conocida como paseo Álvaro Obregón y las viviendas de la calle Belisario Domínguez, a una cuadra de la avenida 5 de mayo. Además le dejó los terrenos del predio conocido como “La Enfermería” con una extensión aproximada de 900 hectáreas.

La vida de doña Chonita hubiera transcurrido como la de otras tantas familias de esa época, si no es por que un acontecimiento que tuvo que ver con el movimiento revolucionario de 1913 la hizo ser protagonista y con ello ganar el derecho de figurar en la historia de Baja California Sur. Los hechos sucedieron así:
Por decisión de la Soberana Convención de Aguascalientes, en 1914 el general brigadier Félix Ortega Aguilar fue designado como Jefe Político y Militar del Distrito Sur de la Baja California, luego de que en 1913 acaudillara un movimiento armado en contra del gobierno del usurpador de Victoriano Huerta, el asesino del presidente Madero.
Ortega no estuvo mucho tiempo al frente del gobierno, ya que se sublevó una parte de la guarnición y el 29 de mayo de 1915, por la madrugada, sitiaron la casa donde vivía con su familia con el fin de hacerlo prisionero. Alertado a tiempo logra huir embarcándose con rumbo a Santa Rosalía. En cambio su hijo, José María quien era el oficial de guardia en el cuartel, fue detenido.

Otro militar, el mayor Eduardo Encinas, ignorante de lo que estaba sucediendo, llegó al cuartel y al identificarse con la contraseña de  “Viva el general Ortega”, los insurrectos trataron de tomarlo prisionero por lo que con su pistola abatió a dos de los soldados. En la refriega recibió un balazo en una de sus piernas por lo que optó por retirarse a como pudo del lugar.

Dice el periodista Félix Ortega Romero en su libro “Pervivencias” que cojeando y tirando sangre de la herida, llegó hasta la casa de doña Chonita en busca de auxilio, dada la amistad que los unía. Ya dentro de la residencia, el doctor Allinson taponó la herida y le suministró algunos medicamentos. Mientras tanto, doña Chonita había mandado a dos de sus mozos para que con una carretilla y palas recogieran las huellas de sangre dejadas por el mayor  en la calle—eran de tierra—por donde llegó.

Y apenas a tiempo, por que un piquete de soldados ya cateaban  las casas en busca del fugitivo. Al llegar con doña Chonita le preguntaron si habían visto al mayor, a lo que con toda sangre fría les contestó que no. De todas maneras se introdujeron en su hogar y buscaron por todas partes sin encontrarlo. A Encinas lo habían escondido en un ropero disimulado por una falsa pared.

Comprometida la familia Allinson Canalizo y conscientes del peligro que corrían si  descubrían que habían protegido al fugitivo, una noche  doña Chonita subió al mayor en una canoa y ella misma auxiliándose de los remos lo llevó hasta el lugar conocido como La Enfermería donde siguió oculto. Días después, aliviado un tanto de sus males, un barco lo trasladó a la ciudad de Mazatlán y de ahí a Sonora donde se incorporó a las tropas del general Maytorena.

Con esta acción que pone muy en alto la valentía y entereza de la mujer sudcaliforniana, la familia de doña Chonita se identificó con los partidarios del general Ortega y fue por eso que al poco tiempo, cuando su esposo Alejandro formaba parte de la Junta Neutral encargada del gobierno del Distrito, el capitán Eduardo Burns que fue el instigador de la revuelta contra Ortega, lo mandó detener junto con el resto de los integrantes de la Junta.

Poco depués llegó como jefe político y militar el mayor Urbano Angulo, identificado con la corriente política de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Y como tal se dedicó a acabar con el resto de las fuerzas adictas al general Ortega.

Don Alejandro Elliot Allinson murió en esta ciudad de La Paz el  año de 1936. Doña Encarnación Canalizo, la heroína sudcalñiforniana falleció a la edad de 89 años, el 25 de abril de 1954.

lunes, 13 de junio de 2011

Por las buenas o por las malas


Por las buenas o por las malas

Por: Leonardo Reyes Silva
Durante la conquista espiritual por los jesuitas en California en el siglo XVIII, llegaron 59 padres que se establecieron en las diversas misiones, algunas de ellas muy alejadas de Loreto como Santa Gertrudis, San Francisco de Borja y Santa María de los Ángeles, que fue la última fundada en 1767.

Los primeros en llegar a la península fueron Juan María de Salvatierra quien fundó la misión de Loreto el 25 de octubre de 1697, y enseguida llegaron Francisco María Píccolo, Pedro de Ugarte, Juan María Basaldúa, Juan de Ugarte y Julián Mayorga, quienes establecieron las primeras misiones en San Javier, Mulegé, Comondú y La Purísima.

Apegados a los principios religiosos de su orden, los jesuitas tenían el propósito de evangelizar a los indígenas californios, con la promesa del reino de Dios y la salvación de sus almas. Pero esta misión debía estar acompañada de un proyecto de dominación al que no podían resistirse. Y fue por eso las medidas que tomaron para lograr el cumplimiento de su objetivo.

Juan de Ugarte fue uno de ellos. Nacido en el año de 1660 en la ciudad de Tegucigalpa, Honduras, llegó a California en 1700. Junto con el padre Salvatierra ayudó a fundar varias misiones y él mismo estableció la de San Francisco Javier en 1701. En esta misión—el anterior sitio había sido localizado por el padre Píccolo en 1699—Ugarte se dio a la tarea de catequizar a los indios y de inculcarles los conocimientos más elementales de sobrevivencia.

Aprovechando la permanencia de los indígenas en la misión, los ocupó en la construcción de canales de riego y pilas de piedra. Abrió al cultivo terrenos apropiados y allí sembró maíz, trigo, frijol y hortalizas, además de formar varias huertas de árboles frutales, como las viñas, naranjos, datileros, olivos y cañas de azúcar. Pero como sus neófitos todo tenían menos de trabajadores, Ugarte tuvo que ponerles el ejemplo siendo el primero en tomar el azadón para abrir los surcos, acarrear las piedras para los canales, iniciar el riego de las plantas recién sembradas y otros menesteres necesarios en la misión.

Aún así, la indolencia de los indios era exagerada tanto, que Ugarte no hallaba la manera de hacerles entender los beneficios que obtendrían con los trabajos llevados a cabo. Pero era en los horas de adoctrinamiento cuando en verdad lo sacaban de sus casillas, por que debido al desconocimiento de su dialecto se le dificultaba hacerles comprender los misterios de la religión cristiana, lo que originaba que sus prédicas cayeran en saco roto, además del bullicio y las risas de los indígenas al no tomar en cuenta lo que el padre quería enseñarles.

Pero, ¡Cómo hacer para atraer la atención de sus feligreses?. ¡Cómo hacer para cumplir con sus propósitos evangelizadores?. Un día de tantos, cansado del desorden de su clase, observando que uno de ellos era el que más alboroto hacía con sus risas y sus bromas, lo agarró de los cabellos y lo levantó en vilo, sosteniéndolo así durante varios segundos. Y santo remedio. Con el susto de esa acción inesperada del padre, éste pudo impartir la doctrina con atención de sus oyentes. A lo mejor, en esos momentos, Ugarte se olvidó de su apostolado y aplicó aquella sentencia que die que “la letra con sangre entra”.

Un cronista de esa época dice que el padre era de cuerpo vigoroso y de estatura más que mediana. Por eso no se arredraba cuando tenía que demostrar las verdades de su religión y desterrar las supersticiones de los indios. En otra ocasión, cuando los leones dieron en atacar a los rebaños de cabras, Ugarte pretendió cazarlos, pero sus neófitos le explicaron que no podía hacerlo, pues quien mataba uno de ellos pagaba con su vida esta acción,. Desde luego, eran ideas que les inculcaban los hechiceros de sus tribus.
Para hacerles ver lo equivocado de sus creencias, Ugarte montó en su mula y fue en busca de esos animales. Al poco tiempo de haberse internado en el monte encontró uno de ellos por lo que echó pie a tierra, se hizo de varias piedras de buen tamaño, y cuando el león se acercó con ánimo de atacarlo, le asestó en la cabeza una de ellas y después le tiró las demás hasta dejarlo sin vida.

Con el león encimado en la grupa de la mula llegó a la misión y ante el asombro—y susto—de los indígenas, les demostró que no era verdad lo que el guama decía. La experiencia fue suficiente para que de allí en adelante los leones dejaran de merodear, pues los indios los mataban a flechazos. Y, desde luego, la hazaña de Ugarte le permitió llevar a cabo0 sus labores de catequización con todo éxito. Además de contar con los trabajos de mejoramiento de la misión y de sus medios de vida.

Sin embargo, en sus tareas para la conversión de los indios siempre encontró el rechazo a los dogmas cristianos. En otra ocasión, cuando les hablaba del mal comportamiento y no hacer caso de las leyes de Dios, amenazándolos con las llamas del infierno, uno de ellos, con gran desparpajo, le contestó que preferían ese lugar porque allí, en la tierra, hacía mucho frío. Es de imaginarse el enojo del padre ante tal blasfemia.

Pero de todas formas, por las buenas o por las malas, Juan de Ugarte realizó una extraordinaria labor entre los indios de la misión de San Francisco Javier. Y no solamente como evangelizador, si no también como administrador, explorador, fundador de misiones y constructor de barcos, como “El Triunfo de la Cruz”.

Juan de Ugarte murió en la misión el 28 de diciembre de 1730.