La venganza que mató un sueño
Su principal objetivo al desarrollar la
industria del cultivo de las ostras perleras era beneficiar al pueblo de la Baja California. Y lo hubiera
logrado, por que su empresa dedicada a la ostricultura en la isla de Espíritu
Santo era todo un éxito ya que producía 10 millones de conchas y entre 200 y
500 perlas de buen oriente.
Eran los años previos de la Revolución Mexicana.
Aquí, en el Distrito Sur de la Baja
California gobernaba el general Agustín Sanginés y el presidente
municipal era el señor Gastón J. Vives, éste último dueño de la “Compañía
Criadora de Concha y Perla de Baja California”. Quizá los movimientos
revolucionarios no habrían afectado los negocios de don Gastón, pero un incidente personal dio al traste con sus buenas
intenciones.
En su carácter de autoridad oficial, el señor
Vives sorteó diversos conflictos pero ninguno como el que tuvo con el señor
Miguel L. Cornejo, quien en esos años también se dedicaba al negocio de las
perlas. Pero mientras el primero era de filiación porfirista, el segundo era un
opositor declarado que tenía relaciones con los grupos inconformes del gobierno
dictatorial del presidente Porfirio Díaz.
Así las cosas, un día de marzo del año de
1895, al encontrarse estos dos personajes paseando en el jardín Velasco, hubo
un cambio de palabras altisonantes y la acción, un tanto sorpresiva de Cornejo,
de propinarle una bofetada a Vives, con tal fuerza que lo derribó y ya caído
continuó con los golpes. Gracias al auxilio de varias personas lograron
separarlos, no sin antes el presidente municipal hiciera un disparo para
alertar a la policía.
Cuando fue detenido, Cornejo declaró que le
pegó cuando vio que Vives trataba de sacar la pistola y que actuó en defensa
propia. Sin embargo, las investigaciones demostraron que Cornejo había obrado
con alevosía y ventaja, y por ello fue sentenciado a seis meses de prisión por
el delito de lesiones. Meses después consiguió su libertad bajo caución, con
una fianza de dos mil pesos.
Con esa rivalidad pasaron los años. Vives
atendiendo su empresa perlera y Cornejo dedicado al comercio y la pesca y
participando en actividades políticas. En 1911 formó parte del Club Democrático
Sudcaliforniano, junto con Félix Ortega, Luis Gibert y otros destacados
ciudadanos paceños. También fue suplente de Antonio Canalizo que fue electo
diputado federal.
En el mes de noviembre de 1911, con el
triunfo de las fuerzas revolucionarias de Francisco I: Madero, el general
Sanginés entregó el gobierno al señor Santiago Diez y dos años después, con la
traición del general Victoriano Huerta, quien ordenó la muerte del señor Madero
y del vicepresidente Pino Suárez, de
nueva cuenta designaron otro gobernante en la persona del doctor Federico Cota.
Y mientras tanto Miguel L. Cornejo estaba a
la expectativa de los acontecimientos políticos. Cuando las fuerzas
constitucionalistas derrocaron a Huerta en 1913, él formaba parte del grupo
opositor y fue así como en 1914, al frente de un numeroso contingente y con el
grado de coronel llegó a La Paz ,
no sin antes detenerse en la isla Espíritu Santo con el fin de destruir las instalaciones de la
compañía perlera de Vives y saquear los fondos marinos donde estaban las ostras
cultivadas. Ya en La Paz ,
se apoderaron de los edificios de la empresa, de los productos almacenados en
las bodegas—conchas y perlas listas para la exportación—y destruyeron la
documentación de la compañía.
La justificación fue que Vives era partidario
del gobierno usurpador y fue por ello la incautación de sus bienes. Pero lo
cierto es que todo se debió a una venganza personal, y que Cornejo sin medir
las consecuencias de sus actos, dio al traste con una empresa que estaba
logrando el bienestar económico de los habitantes de la ciudad de La Paz y sus alrededores.
Fue una destrucción total de los activos de
la compañía. Entre las instalaciones en la isla, los paninos perleros, las
propiedades y las perlas listas para su comercialización, la pérdida se estimó
en un millón y medio de pesos de ese entonces.
Desde luego, esta historia no tuvo un final
feliz. Don Gastón J. Vives, después de varios años en que se refugió en los
Estados Unidos por temor a perder su vida, regresó a la ciudad de La Paz y luchó incansablemente por rehacer su compañía,
pero ni el gobierno, ni los empresarios ni los mismos paceños mostraron interés
alguno.
Hoy se recuerda a don Gastón a través de la
familia que aún vive. Y por la publicación de un libro de la historiadora
Micheline Cariño Olvera que lleva por título “El porvenir de la Baja California está en sus
mares. Vida y legado de don Gastón J. Vives, el primer maricultor de América”.
Tiene razón Micheline cuando dice que las
autoridades estatales deben honrar la memoria de este extraordinario
sudcaliforniano. ¿Hasta cuándo—pregunta--, le rendirá homenaje como probo
funcionario y como primer maricultor de América?
Don Gastón J. Vives murió en 1939. Con él
murieron todas las ostras perleras de Baja California Sur.
pero nosotros muy modestamente lo honramos tratando de rescatar ese trabajo que él inició pero solos sin ningún apoyo, perlas del cortez
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