Por Leonardo Reyes Silva
Después de haber triunfado la revolución constitucionalista y
la derrota del usurpador Victoriano Huerta en 1914, la Soberana Convención
de Aguascalientes nombró al general Félix Ortega Aguilar como jefe político y
militar del Distrito Sur de la Baja
California.
Con ese nombramiento llegó a La Paz a fines de enero de 1915,
y al tomar posesión del gobierno emitió un manifiesto en el que se sometía a
las disposiciones de la
Convención y acataba sus instrucciones, en el sentido de
“hacer que esta apartada región sienta la influencia bienhechora de un gobierno
que se esfuerza por todo lo que significa progreso…”.
Ortega pronto se dio cuenta de los graves problemas que
padecía la entidad. El erario estaba en crisis y por eso autorizó un aumento a
los impuestos sobre las mercancías que se exportaran tanto al interior del país
como al extranjero. Los sueldos de los funcionarios fueron rebajados y prohibió
la circulación de bonos y billetes emitidos por el gobierno anterior de Miguel
L. Cornejo. En su lugar se autorizaron los billetes de circulación nacional
emitidos en Chihuahua, Durango, Sonora y Sinaloa.
En el mes de marzo Ortega hizo un recorrido por el sur de la
entidad y pudo darse cuenta de las condiciones de pobreza en que vivían muchas
familias y la carencia de productos alimentarios. Para remediar un poco la
situación, ordenó al presidente municipal de San José del Cabo comprara directamente
a los agricultores sus productos, entre ellos el frijol, calabaza y camote, a
fin de venderlos a precios accesibles a las familias y el resto poder enviarlo
a ciudades de la contracosta para cambiarlos por café, arroz, maíz o harina de
trigo.
Hizo más a favor del pueblo desprotegido. A los ganaderos
les exigió que le vendieran al gobierno parte de las reses destinadas al
consumo. Compradas a un precio justo, se vendió la carne a 30 centavos el
kilogramo y el resto se distribuyó de forma gratuita a las familias de los
pueblos de El Triunfo y San Antonio.
Pero lo más trascendente de su gobierno y que causó profundo
malestar entre los comerciantes de La
Paz , fue la creación de una tienda proveedora que tendría
como función proporcionar mercancías a precios justos. Para ello la proveedora
adquirió productos directamente de los agricultores y apoyó económicamente a un
grupo de pescadores a fin de que le entregaran lo que habían sacado del mar.
En una crónica que escribí hace tiempo, afirmé que Félix
Ortega fue un hombre visionario y que se adelantó en muchos años a la creación
de la Compañía Nacional
de Subsistencias Populares (CONASUPO), en 1962. Esta compañía fue creada con el
fin de garantizar la compra y regulación de precios en productos de la canasta
básica, en particular el maíz. Cuando desapareció en 1999, fue sustituida por
Diconsa que cumple con el mismo objetivo y que opera hasta la fecha en las
zonas más marginadas del país.
Como era natural, las medidas tomadas por Ortega en
beneficio del pueblo no fueron del agrado de los comerciantes de La Paz ya que afectaban sus
intereses económicos. Y aunque al principio estuvieron de acuerdo, pudo más su
avaricia y la defensa de sus capitales, por no mencionar la pérdida de su poder
político.
En el mes de abril empezaron a conspirar para quitar del
gobierno a Ortega. Pero fue hasta el 29 de mayo cuando la mayor parte de la
guarnición de La Paz
se sublevó encabezada por el jefe de armas Eduardo Burns. Antes de ser hecho
prisionero, logró huir en una embarcación rumbo a Santa Rosalía y Guaymas.
Acéfalo el gobierno, se nombró una junta de gobierno integrada por Luis Pozo,
Eduardo S. Carrillo, Felipe R. Cota y Eduardo Burns.
Poco tiempo les duró el gusto pues en el mes de julio el
gobierno de Carranza nombró al mayor Urbano Angulo como jefe político y militar
del Distrito Sur de la Baja California.
Éste, de inmediato, se dedicó a desconocer las reformas económicas de Ortega a
fin de corresponder al apoyo que le brindaron los comerciantes de La Paz.
Yo siempre he pensado que si el general Félix Ortega Aguilar
se hubiera afiliado al gobierno de Carranza y no al de la Convención respaldada
por Francisco Villa, otro gallo le hubiera cantado y quizá hubiera sido un
extraordinario gobernante. Sus iniciativas a favor de las clases desprotegidas,
el conocimiento que tenía del pueblo sudcaliforniano y el apoyo que recibiría
del gobierno central seguramente le iban a permitir continuar con sus reformas
económicas y sociales.
Pero no
fue así. El hombre líder de la revolución en Baja California Sur en 1913 y
1914, el sudcaliforniano que estuvo presente en
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