El capitán Rivera y Moncada
Durante la conquista espiritual de California
en los siglos XVII y XVIII, los misioneros jesuitas, franciscanos y dominicos
siempre se hicieron acompañar de contingentes militares que si bien estaban
sujetos a la autoridad de los religiosos, también tenían instrucciones de
apoyar la catequización de los indígenas
y, en caso de ser necesario, imponer el orden y la disciplina.
Así, cuando el padre jesuita Juan María de
Salvatierra estableció la misión de Nuestra Señora de Loreto, en 1697, lo hizo
acompañado de don Luis de Torres Tortolero, alférez y primer capitán del
presidio que se iba a erigir, y de don Esteban Rodríguez Lorenzo quien pasados los
años se haría cargo también de ese establecimiento militar.
Fue en el año de 1751 cuando a la muerte del
capitán Bernardo Rodríguez—había sustituido a su padre don Esteban—y a
solicitud de los misioneros, el capitán Fernando Javier de Rivera y Moncada
ocupó el puesto de Comandante de California el cual ejerció “por más de dieciséis
años con tanto acierto, prudencia, edificación, desinterés y aceptación común,
que desempeñó abundantemente la esperanza que de su persona habían concebido
los padres…”
En 1767, con motivo de llevar a cabo la
expulsión de los jesuitas, llegó a California don Gaspar de Portolá en su
carácter de gobernador. Una de sus primeras acciones fue destituir de su cargo
a Rivera y Moncada, aunque poco después se le nombró capitán del presidio de
Loreto. Como tal le tocó colaborar con los misioneros franciscanos quienes se
habían hecho cargo de los establecimientos religiosos en la península.
Cuando el visitador José de Gálvez dispuso la
ocupación de la Alta California
con el fin de fundar nuevas misiones y fuertes, la orden de los franciscanos
fue la autorizada para llevar a cabo tal encomienda. Y así, en el año de 1769,
en el mes de marzo, el primer grupo de soldados de “cuera”, indios cristianos y
el fraile Juan Crespí, bajo el mando de Rivera y Moncada, hicieron rumbo al
puerto de San Diego adonde llegaron a mediados del mes de mayo. Después llegó
también otro grupo en el que iba Fray Junípero Serra y el gobernador Gaspar de
Portolá.
El establecimiento de las primeras misiones
en la Alta California
tuvo diversos grados de dificultad, sobre todo por la falta de víveres tanto,
que fue necesario que Rivera y Moncada regresara a la península para proveerse
de ellos. A su regreso llevó consigo varios cientos de reses que aliviaron de
alguna forma los sufrimientos de los colonos. Las crónicas refieren que para
mitigar el hambre, los soldados mataban osos que abundaban en esas regiones.
Cuando se establecieron las misiones de San
Diego y San Carlos Borromeo y el fuerte de Monterrey, Rivera y Moncada fue
designado Comandante de éste último, pero por razones de mando y administración
siempre tuvo dificultades con el comandante Pedro Fagés y también con fray
Junípero Serra. Fueron tan serios los problemas que obligaron a Moncada a
solicitar su baja del ejército.
Se encontraba radicando en la ciudad de
Guadalajara cuando de nueva cuenta en 1774 se incorporó al servicio militar,
para ser designado como gobernador de la Alta California , en sustitución
del capitán Fagés. Atendiendo las
instrucciones recibidas del virrey continuó con las exploraciones hacia el norte,
hasta lo que hoy es la ciudad de San Francisco, lugar donde se estableció un
presidio.
En ese mismo año de 1774, el capitán Juan
Bautista de Anza, jefe del presidio de Tubac, en los límites de Sonora y
Arizona, inició la exploración para encontrar el camino que lo llevara al
presidio de Monterrey, atravesando la región desconocida de los ríos Gila y
Colorado. Después de una penosa travesía y con la ayuda del cacique yuma
Salvador Palma, logró llegar a su destino después de recorrer cerca de 1200 kilómetros .
Por segunda ocasión y contando con el visto
bueno del virrey don Antonio de Bucareli y Urzúa, organizó una segunda
expedición a fin de confirmar la ruta hacia la Alta California. A finales de
1774 cruzó la Sierra Nevada
y llegó a la misión de San Gabriel y después a la de Monterrey.
La referencia es obligada pues es la ruta que
siguió Rivera y Moncada en 1781 con el fin de fundar los Ángeles con
inmigrantes sonorenses. Y por que en ese recorrido perdió la vida a manos de
los indígenas yumas y junto con él los padres Garcés y Díaz que habían
acompañado en anteriores ocasiones a Juan Bautista de Anza.
Triste fin el del capitán Fernando Javier Rivera
y Moncada, un hombre que acompañó a los padres jesuitas en la noble tarea de
fundar misiones y atender a sus feligreses. Y que participó activamente en la
colonización de la Alta California
no obstante sus dificultades con las autoridades del gobierno virreinal y los
misioneros franciscanos.
Hoy su tumba en la Mision de San Gabriel junto con los padres misioneros Garces y Diaz, victimas de la masacre de Yuma
ResponderEliminarla placa con sus nombres, ha sido removida, por la administracion de la Mision.