Sacerdote y guerrillero
En 1825 a los 21 años de edad llegó el fraile
dominico Gabriel González para hacerse cargo de la misión de Nuestra Señora del
Pilar de Todos Santos. Llegó cuando los pocos centros misionales atravesaban
por una crisis económica y de falta de neófitos, que obligó a las autoridades
locales a emitir instrucciones para que las propiedades que usufructuaban los
frailes pasaran a poder de particulares.
Como había sido costumbre, el padre González
tuvo a su disposición las tierras de cultivo y de pastoreo que pertenecían a la
misión, administró el producto de esas tierras y tuvo bajo control la fuerza de
trabajo representado por los indios dependientes de ese centro religioso.
Acostumbrado a vivir—y vivir bien-- con esas
canonjías, no le cayó nada bien que de pronto pretendieran quitarle sus
propiedades, y fue ese el motivo de sus protestas y conatos de rebelión contra
el gobierno en esa época representado por el jefe político Luis del Castillo
Negrete. A tal extremo llegó el problema que en 1842 el padre González fue
encarcelado acusado de iniciar una revuelta en contra del gobierno.
Pero ya desde antes, fray Gabriel había dado
muestras de su innata rebeldía contra los intereses creados que afectaban el
trabajo misional. Dos años después de haber llegado, un jefe político solicitó
su expulsión de la península por su “conducta escandalosa y corrompida, usurero
y perverso y el azote más cruel e inhumano para los infelices indios”.
Ciertamente el padre no era una perita en
dulce. Alentado quizá por los ejemplos de otros sacerdotes, muy pronto,
olvidándose de sus votos de castidad, tuvo amoríos con mujeres todosanteñas,
una de ellas, Dionisia Villalobos Albáñez, fue la madre de 10 de sus hijos a
quienes bautizó con los nombres de Salvador, Gregorio, Atanasio, Jesús, Pedro,
Gabriel, Guadalupe, Dolores, Joaquín y Tomasa. En todos esos años hasta que
murió en 1868, sus feligreses no lo repudiaron por el hecho de tener una vida
sexual tan activa.
Pero todo esto quedó un tanto olvidado, por
que al padre Gabriel González se le recuerda por su decidida participación en
la defensa de nuestra península durante la intervención norteamericana en los
años de 1847 y1848. Un carácter como el suyo no podía ser ajeno a la
intromisión de fuerzas extranjeras en territorio nacional.
Desde el momento que las tropas
norteamericanas se apoderaron de la ciudad de La Paz , el padre González comenzó a organizar un
grupo de todosanteños para oponerse a la invasión. En el patio de la parroquia
organizó una fiesta con el fin de promover el alistamiento contra los intrusos.
Y ya con ese contingente se sumó a las fuerzas de Manuel Pineda que atacaban a
los norteamericanos tanto en La
Paz como en San José del Cabo.
Su presencia como caudillo fue relevante. En
el informe que rindió Mauricio Castro al Secretario de Relaciones Exteriores en
el mes de diciembre de 1847, destacó el patriotismo de los padres Gabriel
González y Vicente Soto Mayor. Cabe señalar que incluso dos hijos del padre
González participaron también en la lucha contra los invasores. Éstos
declararon temerle más al sacerdote que a los jefes militares, por la influencia que ejercía sobre el
pueblo.
Como se sabe, el 2 de febrero de 1848 se
firmó el Tratado de Guadalupe que puso fin a la guerra contra los Estados
Unidos. Sin embargo en todo ese mes y el de marzo las guerrillas
bajacalifornianas continuaron combatiendo en el sur de la entidad. A pesar de
su resistencia, fueron derrotadas en San Antonio y Todos Santos, a resultas de
lo cual tanto Manuel Pineda como el padre González fueron apresados y enviados
al puerto de Mazatlán.
Liberados poco después regresaron a la
península y se dedicaron a sus actividades propias. Hasta su muerte, ocurrida
en 1868, el padre Gabriel continuó participando en la vida política y social de
la Baja California.
Cuando en 1851 la diputación territorial expidió un decreto de nacionalización
y colonización de los terrenos de las antiguas misiones, el sacerdote dejó de
ser el presidente de las misiones dominicas las que estuvieron a cargo desde
entonces del clero secular.
Pero no fue fácil librarse de la presencia
del padre. Con sus influencias logró la autorización para ejercer como cura
secular bajo las órdenes de Juan Francisco Escalante, primer obispo de la Baja California.
Fray Gabriel González ejerció un auténtico
liderazgo y su capacidad de convocatoria fue sorprendente, demostrada cuando se
enfrentó a Luis del Castillo Negrete en 1842, y cuando participó contra la
invasión norteamericana.
Fue un controvertido personaje que estuvo
presente en los movimientos sociales y políticos de casi todo el siglo XIX. Fue
un representante de Dios en la tierra que, a su modo, pretendió “desfacer
entuertos” como el Quijote. Vivió sin hipocresías ni falsas actitudes de
redentor. Actuó conforme le dictaba su conciencia y defendió los principios de
su religión y de su Orden. Y cuando fue necesario salió en defensa de la
libertad del pueblo al que siempre se debió.
Ese es mi Tatara Tatara Tatara Abuelo... Inche Guerito
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