El primer millonario de Sudcalifornia
Eran los tiempos de la colonización jesuita y
las fundaciones de las misiones religiosas a todo lo largo de la península
conocida como California. En Loreto, lugar donde se estableció la primera
misión y el presidio, el padre Juan María de Salvatierra y después los padres
Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén, fueron los organizadores de los
centros religiosos algunos tan importantes como San Francisco Javier, Santa
Rosalía de Mulegé y San José de Comondú.
Fue también la época, unos ciento cincuenta
años atrás, en que navegantes y buscadores de fortuna recorrieron las costas
californianas en busca de perlas y yacimientos minerales. Desde Hernán Cortés
en 1535 hasta Isidro de Atondo y Antillón en 1683, las ostras perleras
constituyeron el principal objetivo de sus expediciones.
Con el paso del tiempo la explotación de este
molusco se fue reduciendo y más aún porque los misioneros prohibían la pesca y
comercialización de las perlas. Pero a pesar de esto, la ambición de riquezas
superó dificultades y anatemas. Y ese fue el caso de Manuel de Ocio, a quien el
historiador norteamericano Harrý Crosby
lo llamó “el primer millonario de California”.
Manuel de Ocio, en los años de 1730 a 1740, fue un soldado
del presidio de Loreto y estaba bajo las órdenes del comandante Esteban
Rodríguez Lorenzo quien, por cierto, se convirtió en su suegro ya que se casó
con su hija Rosalía. En esos años estuvo comisionado en varias misiones, entre
ellas la de Todos Santos. Aquí tuvo lugar un grave percance debido a la
insurrección de los indígenas en el sur de la península, en 1734.
Cuando llegó le llegó la noticia al padre Sigismundo
Taraval de la muerte de los padres Lorenzo Carranco y Nicolás Tamaral de las misiones de Santiago y
San José del Cabo, se negó de pronto a
abandonar Todos Santos, a pesar del grave peligro que corría. Y fue entonces
cuando Manuel de Ocio y otros dos soldados lo obligaron a huir para salvar su
vida.
En 1740, Ocio se encontraba destacamentado en
la misión de San Ignacio, apoyando las actividades religiosas del padre
Fernando Consag quien fue el que inició la construcción de la iglesia
utilizando piedra cantera de la región. Y así hubiera transcurrido su vida, si
no es que un suceso fortuito le cambió su suerte.
Resulta que a resultas de un mal tiempo, el
mar arrojó en las costas cercanas a la misión una gran cantidad de ostras
perleras, mismas que fueron encontradas por los indígenas que merodeaban esas
playas. Y como sabían que las perlas eran muy apreciadas por los españoles,
llevaron una buena cantidad a los soldados quienes las adquirieron a cambio de
baratijas y prendas de vestir. Ocio, con gran visión dedujo que en esos
litorales deberían existir ricos bancos
perleros y sin pérdida de tiempo regresó a Loreto donde solicitó su baja de la
milicia, para dirigirse a la contracosta—Matanchel—con el fin de proveerse de
canoas y mercancías.
Ya de vuelta a la zona de pesca, Ocio comenzó
la explotación y el producto le permitió en los años siguientes recaudar hasta
once arrobas de hermosas perlas, lo que le permitió excelentes ganancias. Sin
embargo, la competencia en la explotación de los placeres y e hecho de que
solamente en los meses de verano y otoño se podía bucear en los yacimientos,
obligó a Manuel de Ocio a buscar otras alternativas de trabajo.
En 1748, acompañado de vaqueros, soldados
jubilados y de indígenas de sonora, Ocio fundó el Real de Santa Ana en el sur
de la península. Ahí se dedicó a la extracción y beneficio de la plata. Años después
se fundaron también los pueblos mineros de El Triunfo y San Antonio. Dice un
descendiente de la rama de los Mendoza que el Real llegó a tener 22 familias
trabajando para Ocio y que los operarios de las minas eran cerca de 200
obreros.
De esta forma, Ocio combinó la pesca de las
conchas perleras con la explotación de la plata y en menos proporción el oro.
Según un reporte a la Caja Real
de Guadalajara, Ocio declaró que hasta el año de 1768 se habían logrado obtener
24 mil 642 marcos de plata. Después de ese año, justo cuando los jesuitas
fueron expulsados de la península, tres de las minas de Ocio y la hacienda de
beneficio del Real de Santa Ana fueron adquiridas por el gobierno virreinal Así
terminaron las actividades mineras de este exsoldado del presidio de Loreto.
Dicen las crónicas que Ocio murió asesinado
en el pueblo minero que fundó. De su familia, doña Rosalía y sus hijos Antonio
y Mariano, se sabe que se fueron a radicar a la ciudad de Guadalajara. Una
parte de sus descendientes emigraron a la región norte de la península, como la
señora Marina Ocio que vivía en el rancho “Guadalupe de los Ocios” cerca de San
Vicente, y la cual afirmaba que era nieta directa de don Manuel.
Manuel de Ocio se hizo millonario con las
perlas y la plata. Pero a juicio de muchos historiadores, el mayor mérito que
no llevó el signo de pesos, fue el haber establecido el primer núcleo
poblacional que no estaba bajo la jurisdicción de los jesuitas. El Real de
Santa Ana fue por eso el punto de partida para que , con el tiempo, la mayoría
de los pueblos misionales dejaran de depender de las autoridades religiosas y
se convirtieran en comunidades donde las tierras eran propiedad de sus
habitantes.
muy interesante
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias por su comentario. Saludos.
EliminarYo pude rastrear mis ascendientes hasta esta persona, muy interesante su historia
ResponderEliminarNos da gusto que le ayudara este trabajo. Saludos.
EliminarEstimado maestro, lo saludo con respeto. Una pregunta, cuando y donde nació Manuel de Ocio?
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