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sábado, 23 de junio de 2012

Baja California y la intervención francesa


Baja California y la intervención francesa

Por: Leonardo Reyes Silva

En nuestro país existe un periodo histórico conocido como la Intervención Francesa. Fue en los años de 1862 a 1867, cuando apenas la nación acababa de sortear una guerra civil interna que tuvo por origen el reconocimiento de la Constitución de 1857. El Lic. Benito Juárez, presidente en ese entonces de México, tuvo que enfrentarse a la fuerza avasalladora del ejército francés; y aunque los mexicanos los vencieron en la batalla del 5 de mayo en Puebla, no pudieron evitar que se apoderaran de la ciudad de México en el mes de junio de 1863.

Al año siguiente, llegó a nuestro país Maximiliano de Habsburgo para hacerse cargo del gobierno, quien se hizo llamar emperador de México. Y mientras tanto, el gobierno juarista se refugiaba en las poblaciones del norte de la república llevando con él la bandera de la legalidad.

Ese mismo año de 1864, los franceses se apoderaron de varias ciudades del noroeste del país, entre ellas Mazatlán y Guaymas. En la primera impusieron autoridades adictas al imperio y de ahí establecieron contacto con el gobierno de la Baja California a fin de que aceptaran someterse al nuevo régimen imperial. Pero no contaban con la actitud nacionalista de los habitantes de la península.

La primera invitación para adherirse al nuevo gobierno, provino del Comisario imperial radicado en la ciudad de Mazatlán en un comunicado del mes de septiembre de 1865, dirigido al señor Félix Gibert, jefe político del Departamento de Californias. Un mes después recibió otra, ahora del general Rafael Espinoza designado por Maximiliano Visitador Imperial de la Baja California.

Las dos invitaciones insistían en la conveniencia de aceptar la dominación extranjera evitando así males mayores como la invasión de la península. En el último comunicado el general Espinoza le decía: “el Emperador recibirá con suma complacencia la noticia de la adhesión libre y espontánea de ese Departamento al Imperio y de que ella será indudablemente para bien de la península…”

Pero no contaban con la astucia de Gibert. Antes de dar respuesta a la petición, pidió la opinión de la Asamblea Legislativa, del Tribunal Superior de Justicia y de los Ayuntamientos. Unos diputados estuvieron a favor y otros en contra; el Tribunal opinó que la entidad no tenía medios para defenderse en caso de una invasión y que ésta sólo traería la ruina en todos los órdenes. Los Ayuntamientos de Todos Santos, San Antonio y San José del Cabo no estuvieron de acuerdo en el sometimiento e incluso se estaban preparando para enfrentarse a los franceses.

Así las cosas, la Asamblea Legislativa acordó someterse al gobierno del imperio, pero con la aclaración de que los sentimientos de los californios eran republicanos y solamente por las circunstancias reconocerían la autoridad extranjera. Y cuando parecía inminente la ocupación francesa, el peligro se alejó.

A mediados de noviembre de ese año de 1865, el general Espinoza visitó la ciudad de La Paz para establecer las negociaciones de la ocupación. El señor Gibert que era su amigo —Espinoza había sido jefe político de la Baja California en los años de 1849 a 1853— lo hospedó en su casa y eso fue la causa de que muchos paceños desconfiaran de él. Y lo peor fue que se recibieron noticias que Clodomiro Cota con un contingente armado se dirigía a la ciudad para tomar prisioneros a Gibert y Espinoza, considerándolos traidores a México.

A los dos jefes no les quedó más remedio que embarcarse rumbo a Mazatlán, mientras que Clodomiro se hacía cargo de la jefatura política. Como ese acto de rebeldía no estaba contemplado por la Asamblea Legislativa, dejaron que el pueblo comenzara a prepararse para el caso de una invasión por parte de las fuerzas francesas. Afortunadamente, como la situación del ejército extranjero se ponía cada vez más difícil por los constantes triunfos de las fuerzas mexicanas y la falta de apoyo del emperador Napoleón III, desistieron de apoderarse de la península bajacaliforniana.

En el mes de octubre de 1866 la mayor parte del ejército francés regresó a Francia. En México el emperador Maximiliano quedó solamente protegido por las fuerzas de los generales Miramón, Mejía y Márquez. Pero no fueron suficientes y en el mes de mayo de 1867 se rindieron al ejército juarista en la ciudad de Querétaro. Por cierto, uno de los generales mexicanos que estuvo en el sitio de Querétaro fue Manuel Márquez de León, un hombre ilustre de Baja California Sur, cuyos restos descansan en la Rotonda de la ciudad de La Paz.

Con el triunfo de Juárez y el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía, la Baja California quedó libre de la acechanza de una invasión por parte de los franceses. En cuanto a Félix Gibert acusado de congeniar con el enemigo, tuvo que refugiarse en los Estados Unidos y fue hasta 1868 cuando el presidente Juárez lo liberó de esas acusaciones y le permitió regresar a La Paz.

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