Amado Aguirre y la rebelión de 1929
El 1º. de noviembre de 1927 llegó
como gobernador del Territorio Sur de la Baja California , el general e
ingeniero Amado Aguirre. Venía precedido de una amplia carrera militar en la
revolución mexicana y fue, en 1917, uno de los diputados constituyentes
creadores de nuestra Carta Magna. Figuró en puestos importantes en los
gobiernos de Carranza, Obregón y Plutarco Elías Calles.
Dedicado a atender los problemas más
urgentes de la entidad, pronto demostró excelentes dotes de administrador
poniendo en orden las finanzas y aplicando programas en beneficio de los
campesinos y de la población en general. Y así hubiera transcurrido su
gobierno, si no es que un movimiento armado en 1929 alteró la tranquilidad de
nuestra ciudad.
Desde el mes de diciembre de 1928
gobernaba el país el licenciado Emilio Portes Gil, presidente provisional a
raíz del asesinato del presidente electo Álvaro Obregón. Y fue en el mes de
marzo de 1929 cuando un grupo de generales encabezado por José Gonzalo Escobar
se rebelaron en contra del gobierno establecido, llamando a las armas a toda la
república.
Fue un levantamiento muy grave para
la paz de nuestro país, sobre todo por que regiones militares como Sonora y
Veracruz lo apoyaron así como algunos diputados y senadores. Fue por ello que
el presidente Portes Gil ordenó sofocar esa rebelión y en menos de mes y medio
dos de los principales sublevados fueron sentenciados a la pena de muerte, con
excepción del general Escobar quien se refugió en los Estados Unidos.
En esa sublevación un grupo de
militares pertenecientes a la guarnición de la ciudad de La Paz se pusieron de su parte,
se apoderaron del cuartel, de la comandancia de policía y querían que el
gobernador Aguirre secundara sus intenciones… Lo invitaron para que se sumara a
las fuerzas rebeldes de los generales Francisco R. Manzo y Fausto Topete, en el
estado de Sonora.
La entrevista de los amotinados y el
general Aguirre tuvo lugar en la casa habitación de este último. En vano
pretendió hacerlos desistir de la idea de traicionar su deber de soldados
leales al gobierno constituido, por que además, estaba seguro, que esa rebelión
no tenía pies ni cabeza, ya que no se sabía el propósito que los guiaba.
A pesar de sus argumentos, los
militares no desistieron de sus intenciones y fue tal el cinismo de uno de
ellos, el mayor Daniel Canto, que le pidió le entregara su pistola
ametralladora Thompson, a lo que Aguirre les contestó con tono airado: “Ah, se
trata de desarmarme, pues cuando me hayan fusilado o matado en cualquier forma
se llevarán las armas que el Supremo Gobierno ha puesto en mis manos para su
defensa”.
Ante la digna actitud del
gobernante, optaron por retirarse a fin de preparar su salida del puerto
aprovechando el barco “Washington” surto en la bahía. Mientras tanto, el
general Aguirre se dirigió a la casa de gobierno a fin de proteger el dinero
destinado a los sueldos de los empleados. Puso en resguardo a través de la
empresa Ruffo Hermanos 45 mil dólares que fueron depositados en un banco de San
Francisco, California.
Aunque los militares sublevados ya
habían salido de La Paz ,
Aguirre se preparó para una probable invasión de parte de los escobaristas.
Pidió refuerzos, armas y municiones para enfrentar cualquier contingencia. En La Paz reclutó a cien hombres
dispuestos a la defensa de la ciudad. Y fue en esos días cuando tuvo lugar un
suceso que pudo alterar la paz pública.
Resulta que el general Aguirre fue
informado de un intento de rebelión en contra de su gobierno por parte de los
coroneles Félix y José Ortega, hijos del general revolucionario Félix Ortega
Aguilar. Por si las dudas, cuando estos dos militares en estado de embriaguez gritaron
vivas a los generales Manzo y Topete, los mandó detener, y sólo los dejó en libertad
cuando su padre intercedió por ellos.
En cuanto a la negativa del general
Aguirre de sumarse a la sublevación escobarista, sus palabras resultaron
proféticas. Derrotado el movimiento, los generales José María Aguirre y Jesús
Palomera López fueron pasados por las armas, mientras que otros tuvieron que
huir al extranjero, entre ellos José Gonzalo Escobar y Francisco R. Manzo.
Dicen las crónicas que con los
millones saqueados a los bancos de Monterrey y Torreón, el general Escobar
compró una hacienda en un lugar de Canadá donde vivió muchos años. En 1943
volvió a nuestro país y en 1969 murió en la ciudad de México.
Por su parte, el general Amado
Aguirre entregó el gobierno del Territorio al también general Agustín Olachea
Avilés, en el mes de agosto de 1929. De Aguirre dice el historiador Miguel León
Portilla: “La fecunda vida del ingeniero
minero, general revolucionario, estudioso de la historia, hombre de proverbial
honradez, gobernante por cerca de dos años en Baja California Sur, concluyó a
los 86 años de edad en la ciudad de México, el 22 de agosto de 1949” .
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